martes, 12 de abril de 2011

Se tumbaron el uno junto al otro en la cama deshecha, con la ropa interior puesta. Ella apagó la luz. Se sentía libre sin nombre. Sin un pasado que la impulsara al sentimentalismo, sin un futuro que la atemorizara. Él la abrazó con cuidado, como si temiera que fuera a romperse, y ella se acurrucó junto a su pecho. Permanecieron así, inmóviles, en silencio, mucho rato, hasta que se quedaron dormidos. Ella soñó con la escena que vivía: sabía que estaba allí, en aquella cama, al lado del amor de su vida de ojos pardos y enmohecidos. Podía ver la escena desde arriba, los dos cuerpos paralelos. Entonces se despertó y acercó sus labios a los suyos. No podía verlo pero lo intuía gracias al tacto y la respiración.

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